El 11 de octubre de 2021 llevé a cabo un juego de conjuros dibujados.
La finalidad era el juego por sí mismo. Cada ganador era perdedor al tiempo.
Había dibujado previamente una cartografía, con mis propias palabras.
Había escuchado atentamente a sus dibujos para hablarles desde sus propias palabras.
Hice de cada uno de sus nombres una tira de papel, la izquierda y la derecha se hacían equivalencias de esa dicotomía para que eligieran uno de dos caminos posibles: Sus palabras, las mías.
Ganaban y perdían cuando recibían ambas palabras. Presencia y ausencia, ambas hablan como positivo y negativo.
La huella del proceso de comunicación queda, entonces, en el dibujo.
Hoy algunos ecos resuenan en sus dibujos, en los míos también.
